A Mariano Garrone
y El Informante
a- Trabajo de campo I
Observaciones
Contacto
La
suavidad de las chapas se interrumpe por lo áspero de un polvo que se desgrana.
En las paredes. Apenas pasás las manos. Y una pasta pegajosa queda entre las
yemas de los dedos. El viento frío deja rispideces en la cara. Gránulos. Los
pliegues alejados se acercan de repente, cada vez más, hasta que una cosa tosca
mojada empieza a aparecer cada tanto.
Caca de paloma, desgranándose como lo pegado en el resto de las paredes. Y en
los pies unas redondeces punzantes. ¿Piedritas, granos, pedazos de basura
sólida, tornillos? De golpe lo corrugado se vuelve red de cuadritos retorcidos.
Un tejido. Y un aire cálido sofoca con humedad en los ojos, en los labios, en
la lengua.
Aromas
Una
especie de humus estancado en el aire. Pero también como si fuera un maní
tostado. Ese quemado mantecoso y dulzón que siempre revuelve el olfato con
deseo de más. Así de afuera. Pero de lejos, nada. Inodoro a veces. Otras, el
tostado cálido en las mucosas. También un podrido tenue que perfora en el
fondo. Como un fondo del aroma. El ingrediente secreto que se opaca con lo
intenso del tostado. Pero está. Como esos huevos que se pudren y uno rompe y
lanzan su hediondez adentro. Hasta la intolerancia de la nariz. Eso en el
fondo. En un fondo opacado y lejano. Casi imperceptible. Algunas veces,
cuentan, el fondo es la superficie, aflora y no se puede respirar por el acto
reflejo reactivo.
Sonidos
Un
zumbido de motores en pleno enrevesamiento metálico. Ecos que se disipan en los
alrededores. Y como si fuera nada, se mezclan. A la caída en cortantes
estampidos del cereal sobre los acoplados. Y las paleadas de las voces que
gritan entre ellas un código escueto: arriba, abajo, más rápido, traé, llevá,
dejálo al costado. Se interfieren como si fueran uno. Chasquidos de las lonas
sobre las maderas y de las chapas golpeadas con las descargas. Bombeos de algo
indescriptible que sacude el tímpano. Líquidos o sólidos. Da lo mismo. Los
cantos de las palomas en celo y los vuelos que se oyen a pesar de todo. El piar de unos pichones entre las chapas. Y
ese viento que arrastra al silencio entrecortado en medio de la invasión del
ruido.
Lengua
Blando
acuoso en gelatinas granuladas. Amargo entre tierra y otra cosa ácida en la
pared. Frío hasta casi pegarnos. Un olor
que se vuelve gusto a podrido. Podrido. Como esa vez cuando. No. El recuerdo no
debe activarse por el gusto. Eso es pura retórica o efectismo sentimental.
I.
Las mucosas quedan secas
mientras el peón hombrea bolsas
el pá y tu pá son o no peones
no importa
pero podemos ser siempre peones
incluso no siéndolo de todos modos
y aunque se/nos rodeen de plaguicidas
nada de eso puede llegarles o llegarnos
ni siquiera aunque tengas tus alergias
Dicen
Y los escuchamos, con la necesidad de los peones.
Las palomas van y vienen desde las cerealeras
cuando nosotros éramos chicos
les robábamos los pichones
y los metíamos en una jaula gigante
después
se acostumbraban al lugar y aunque les abríamos las
puertas
se quedaban ahí
Íbamos de noche con linterna
entre las chapas tenían los ojos hipnotizados por la luz
y nosotros aprovechábamos
pero nunca entendimos
no
si acá hay tanto veneno
por qué se quedan y cómo viven las palomas.
III.
A los dieciocho años
compramos el primer salbutamol
antes
cuando vivíamos en el ranchito
el pá atacado sin respiración en pleno asma
salía casi a rastras en calzoncillos
al patio de tierra
al cañaveral
y trataba decía
de aspirar el aire fresco que le calmara el ataque
otras veces venía la enfermera
e hincaba un dolor agudo en las nalgas
medio dormido
mientras todo se encadenaba a lo normal
se oían los motores a todo trapo de las cerealeras en la
madrugada.
b-
Trabajo
de campo II.
Observaciones
Una
malla plástica recubre los alambres de las veredas. Con una fila de plátanos
enfrente. Y esas pelotitas peludas que caen sin parar. No se puede pasar. Salvo
por el portón donde entran los camiones. Una cola sobre el Boulevar. Uno descarga bajo la manga. Unas lonas de pvc
traslúcido cubren la entrada y la salida del alero. Como una cortina cortada
gruesa. Para retener la explosión de partículas mientras caen en el acoplado.
No hay mucha gente. O están adentro. Detrás, y lejos, las vías. Son cuadras
enteras a lo largo de las vías, sobre el Boulevar, hasta la Plaza de las
Malvinas. Pero solo uno de esos galpones
funciona. A los demás los tapa el óxido y los yuyos y los tirantes
desprendidos. Por encima se conectan con tubos que parecen plataforma de
despegues de naves espaciales. Dicen que, a veces, se ven hombres como monitos
diminutos trepando entre los hierros. Nunca parece haberse caído nadie. Solo
enfrente, en la Estación, a principios de siglo, un hombre mató a otro por
celos, según las crónicas de los diarios y de los historiadores. Y cruzando la
plaza, en los galpones del sindicato, a principios de siglo comenzó la primera
huelga obrera en la provincia, se desató acá y copó de repente como un cáncer
los demás departamentos. Hubo balas. Y muertos. Pero no por las construcciones.
Al menos, eso parece. Lo demás, estos galpones y tubos y chapas oxidadas siempre
borraron cualquier tipo de historias y se conformaron con la visibilidad de sus
apariencias. Hasta hacernos creer, tal vez, que son solo eso. Una construcción
arquetípica. ¿De qué?
Contacto
Los
hilos en relieve de los alambres. Cortados abruptamente por los rectangulitos
de las cercas. Y arriba, en el primer contacto, una red a cuadritos que forra
homogéneamente hasta hacer desaparecer el trasfondo. Hace calor primero, pero a
medida que uno camina, un frío sólido va intensificando la palma. Y de tanto
andar, el polvo pegajoso comienza a aglutinarse. Los grumos amontonados en el
frote de las manos.
Aromas
Está
como ese olor a un pasto mojado y
pulverizado, o mejor dicho, al cereal recién acumulado en los acoplados.
Porotos de soja desenvainados y frescos en las narinas y esas flores de los plátanos que apenas tienen
un toque de manzanilla.
Sonidos
Lengua
Hinchada ya por
tantas partículas. Como si quedaran allí solidificadas y un gusto a cemento y
la consistencia, la dureza del cemento ahí. Casi irrompible. Incorruptible.
Delirantemente dura. Van quedando sin desprenderse y con un amargo profundo que
hace babear más amargo, cortando todo, incluso, el deseo de gusto o la
posibilidad de expresarlo. Hacia el final del recorrido, ni siquiera hay ganas
de sabor. Sólido amargo permanente.
IV.
El caballo
apareció reventado en medio de las vías
los veterinarios encontraban
las vísceras en los rieles desparramadas
y adentro una pasta verde
idéntica a la de las chinches.
V.
Desde la ruta parece
una burbuja de luz en lo oscuro
esto
allá y ahí
donde sobresalen unos reflectores dispersos
en las cimas de los silos
un cinturón que corta al medio la geografía
y que encapsula en sus alrededores
hasta fundirse en los vapores de unas partículas espesas
que flotan sobre los corrales.
VII.
Ella destendía la ropa
y de golpe
un aluvión de olores empezó a sofocarla
las chinches caían y explotaban en el césped
como la plaga de Egipto
y con sus ácidos verdes y pegajosos
en los pelos y en la ropa
Tuvieron todas las ellas que correr
coreográficamente
desesperadas dentro de la casa
dejando caer los pocos trapos en el fuentón
sobre todo porque después vinieron las partículas
vaporosas
y cáscaras –pedacitos diminutos
de alguna semilla pelada
que se les iba a meter adentro
pero precisamente adentro ellas
todas las ellas
tenían el salbutamol
y no
tuvieron miedo.
c-
Trabajo
de campo III.
Observaciones:
Contacto:
El aire cálido del
río. Una leve brisa en los pies. Una humedad que pega los pelos, la ropa. No
hay ni siquiera polvo en las barandas. Apenas un escalofrío que no sabemos de
dónde ni hacia dónde sale.
Aromas:
El ozono
emana desde el río derecho a las narices. Un par de cruces con las flores de
los tilos y el césped recién cortado. Intensidad de una naturaleza que ya no
sabemos cómo insiste. Paz.
Sonidos:
Lengua:
Como si el barro se metiese en el paladar.
Solo eso. Pareciera que no hay sabores más intensos. Tanta plenitud, tanta, que
no puede ser real.
FIN
Las voces en off reproducen notas de periódicos locales. La primera es un fragmento de una nota de Mariano Garrone en El Informante, del 11 de Junio de 2011. La segunda es un fragmento de una de La Capital de Rosario, de Javier Felcaro, fechada el 6 de enero de 2009.
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