domingo, 29 de agosto de 2010

LA GALLINA, LA POLICÍA Y LA NAVE EXTRATERRESTRE: "PÁJAROS VOLANDO"

En Mimesis, Auerbach postula que existen o conviven dos tipos de realismo en la literatura occidental: uno más apegado a lo cotidiano y otro de carácter más abstracto e ideal. Tanto en uno como en el otro, sostiene, se produce, desde la antigüedad griega, una transgresión constante de los niveles aristotélicos que dividen la tragedia de la comedia, lo alto de lo bajo. Y ese elemento, la mezcla de estilos, es para él una operación que recorre -y define- todo el realismo.
¿Qué pasa cuando el humor se mezcla con lo "serio" y, en todo caso, cuando el humor se corroe a sí mismo para desandar lo cotidiano y, al mismo tiempo, al género del humor? Sucede Pájaros volando, la película del Director Néstor Montalbano, con las actuaciones de Diego Capussoto, Luis Luque, Verónica Llinás, Juan Carlos Mesa y Alejandra Flechtner, entre otros.
Pájaros volando descontractura lo cotidiano, entendido en un sentido casi cosmológico y de fauna social, para transformarlo en arte. Porque en ella asistimos a la invención de un universo paralelo, el de Las Pircas, donde el regionalismo se vuelve un clisé exacerbado a partir del cual revela un carácter de artificio vulgar - por ejemplo, cuando se introduce en el pueblo a un músico jujeño y se lo pone en el lugar de representante de los antiguas incas; pero ejecutando un ficus comprado en una feria de artesanos, cuyos nombres le son explicados. También, porque se trata de la deconstrucción del paisaje y de la cultura de Las Sierras cordobesas, puntualmente de Capilla del Monte, a través del paisaje alterado del Cerro El pajarito* que pende sobre el pueblo con la forma de una paloma de roca incrustada en la montaña y a través del uso de la cultura ovni, del hippismo, de la onda naturista o de los artesanos de la zona del Uritorco como formas de vida puestas en crisis a partir de sus propias morales insostenibles. Pero sobre todo porque, fundamentalmente, la película apela al uso de los pájaros que vuelan como una especie de pieza retórica que muta a lo largo de su transcurso para dar cuenta de la realidad (del género cómico y del presente).
Por un lado, "pájaros volando" es el título de una canción que fue un hit de Los limones verdes, ex-banda de José (Capussoto) y de Miguel (Luque) y que en el presente de la acción sostiene sólo el primero. Pero ese hit no sólo se trata de uno desconocido por la mayoría de los protagonistas, de donde se revela su carácter paradójico, sino que, además, en un diálogo central, Ruth (Llinás y mujer de Miguel en la ficción) le revela a José que la primera vez que oyó el tema le produjo asco y que es una mierda que la hizo vomitar, literalmente. El tema cifra de este modo un humor sobre la película misma, con la cual comparte el título; pero además describe por vía analógica el principio constructivo que anima y que le da todo el poder al film: reírse de la película de humor o, en otros términos, hacer humor del humor. De lo que se trata es de hacer delirar al código propio del humor cinematográfico como género. Porque todo se produce en un ambiente de profunda seriedad y de cotidiano; aunque del delirio. Pero además, porque la maestría del guionista y del director consiste en deconstruir los tips de las películas de humor popular mediante dos procedimientos. Por un lado, una puesta en distancia de sí misma mediante injertos de escenas absolutamente oníricas y fantásticas -excesivamente artificiales, alucinadas y desfachatadas- que se prolongan en la realidad de los protagonistas a tarvés de la alteración del paisaje (el gigantesco Cerro el pajarito) o de los estereotipos exacerbados que cada uno representa, resaltando, permanentemente, su carácter de artificio total, de plena construcción que no busca asemejarse o reproducir la realidad como tal, sino usarla para hacer un universo paralelo. De ahí que, a diferencia de las películas de humor popular, no hay pretensión de identificación con los personajes; sino puesta en distancia a partir de su sumersión en esa atmósfera artificial y, sin embargo, de ahí se produce la mayor identificación posible en tanto estereotipos sociales. Por el otro, y en relación directa con la insistencia de artificio, el guión tiene una lógica que recuerda las películas populares argentinas de los setenta, basadas en un argumento que se sostiene por la ruptura con la verosimilitud en los avances narrativos: la reaparición repentina de un primo lejano en un bar porteño sólo para decirle que se vaya a vivir a Las Pircas, la sucesiva desilución del protagonista con su vida en la ciudad y la imagen en la cabeza de las palabras del primo que lo llevan a emprender el viaje. De este modo, el humor se ríe del humor en todos los planos: de la película misma, del género y de las películas anteriores.
Por otro lado, todos los personajes son "pájaros volando" sobre sí mismos como aves de rapiña a la espera de una presa que, saben, pueden devenir ellas mismas en cualquier momento, porque siempre hay otro pájaro que los "monitorea"; aunque otras veces, también los acompaña en el vuelo. De esa "fauna" -son palabras de Ruth-, hay tres grandes pájaros que pueden o dejan entrever ese costado donde el humor se mezcla con lo serio en su máxima potencia: la gallina, la mujer policía y la nave espacial. Y aquí lo serio es político y crítica social.
Las gallinas son las presas preferidas de los cretones, los alienígenas que realizan abducciones en Las Pircas. Sobre el final, asistimos a la transformación de una gallina abducida en una especie de profeta a la que acuden toda la fauna turística para oír un mensaje. ¿Cuál es ese mensaje? Que todo está mal, que cada vez las cosas andan peor, que hay un desorden cósmico que nos va a conducir al fin y que debemos cambiar. El cacareo de la gallina que hipnotiza y extrae aplausos de la multitud de turistas, y la imagen de Victor Hugo morales, reflexionando seriamente sobre el acontecimiento, nos reenvían, directamente, al discruso catastrofita y político que en el presente satura los medios de comunicación. El Cacareo devenido discurso profético de la gallina introuduce mediante una fragmentación alegórica el discurso mediático del presente al que Ulrich Beck calificó como constitutivo de la sociedad de riesgo mundial; pero que, en Argentina, particularmente, está plagado de una resonancia política desestabilizadora aprovechada desde los órganos de poder.
La potencia de ese cacareo encuentra, además, en la película, un vaso comunicante perfecto con la mujer policía que busca y ve narcos colombianos por todos lados y que sospecha de José por poseer una remera con la bandera de ese país apenas llega al pueblo. Entonces, por un lado, se escenifica la xenofobia latente que, unida al discurso persecutorio sobre la inseguridad y el narcotráfico, permean la sociedad hasta conducirla a una paranoia persecutoria incluso en el pueblito más tranquilo de Las Sierras. De este modo, el cacareo profético y catastrofista de la gallina actúa en la mujer policía y en sus alucinados llamados telefónicos con una autoridad policíaca superior a la que le pasa informes sobre el desastre en que se ha convertido Las Pircas y las imposibilidades de agarrar a los narcos que siempre se le escapan, descuidando, a veces, el peligro que habita en su propia familia cuando el hijo le apunta con una pistola. La mujer policía es siempre un ave de casa que se muere de hambre y que deviene, lamentablemente, víctima de su mirada perdida.
Si la sociedad está permeada por los discursos de la catástrofe -incluso uno de los personajes a punto de ser abducido llega a gritar: "sáquenme de este país de mierda"-, también poseen su esperanza: la nave extraterrestre. En ella se proyectan las fantasías más inverosímiles sobre la posibilidad de viaje intergalácticos, desde reminiscencias infantiles a la figura de la madre o a juguetes hasta la imagen de Perón que los saluda desde el balcón. Hay en esa proyección utópica de cambio, de comienzo de una vida plena, una imagen del desencanto** de la propia humanidad sobre sus posibilidades en la que la película insiste permanentemente a través de la violencia que subyace al humor delirante y a través de la imagen esperanzadora de una nave foránea a la humanidad misma que los lleve.
Esos pájaros volando son, así, uno de los avatares más en la cadena del realismo abstracto que Auerbach piensa en Mimesis y que no temo vincular con algunos aspectos cómico-serios y corporales-espirituales que aparecen en Rabelais. Sólo que en este caso lo cómico corroe lo serio, al humor mismo y a todos los discursos sociales del presente.
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*La primera vez que fuimos a Capilla del Monte, me asombré de ver cómo de una roca insignificante pulida por la erosión eólica con formas medianamente claras -el zapato, el cóndor, etc- se instalaba un circuito turístico alredor. La exacerbación del "Cerro el pajarito" en el paisaje de Pájaros volando es una exacerbación simbólica que reproduce la turística.
** El desencanto también recae sobre el discurso político. En un momento del filme, José debe comprar los pasajes a Las Pircas; pero la empresa de ómnibus no tiene idea de dónde queda el lugar y no realiza viajes al mismo. Entonces, aparece Cafiero en rol de dueño de la empresa y comienza a dar una promesa política asumiendo que "ellos están para solucionarle los problemas a la gente". La burla estalla cuando, luego de buscar el mapa y consultar las rutas de viaje, le comunica que lo va a dejar en un trayecto del camino que no está seguro de si queda a 8, 10 o 50 km de Las Pircas. En esa introducción de Cafiero la película parodia el accionar de la política -y peronista fundamentalmente- que se acerca siempre a las soluciones; pero que nunca logra concretarlas, porque todo proyecto político es en sí mismo irrealizable. Pero también es cierto que allí se corroe la imagen de la política del presente, dando lugar, otra vez, para que aflore un desencanto por debajo de los moldes del humor.

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