Anoche en el tejado escuchábamos sus garras
y después
gritó como una Furia bajo la luna oscurecida
Hoy
mientras la vereda y las hojas caían
sentimos –oigan– un gran aleteo apagado en palmas sobre el polvo del pavimento
porque allá
del otro lado de las rejas
el Gato Caza-Palomas a los giros en el aire
como un tigre bonsái con ganas
mordía una torcaza con las alas paralizadas
-en puntas tiesas celestes al celeste-
y con soberbia alardeaba
frente a un grupete de pequeños gatitos domésticos que lo cortejaban
como un Aquiles con su botín de la victoria
y acá
el pánico
que nos cerraba puertas y ventanas
de noche
atraviesa mis ojotas en el tejido mosquitero roto
porque mi hijo-paloma duerme y puede ser mordido
y puede terminar desplumado
o peor
ser el botín de prestigio del monstruoso Aquiles
pero no
no será así
a pesar de que ahora
mientras él pide comida
afuera se sienten los ronroneos
allá del lado de la ventana los cipayos obsecuentes le marcan
la próxima delicia
y él
tirado –estirado– en el césped de la vereda
se lame las garras como una esfinge de oro
pero no
no podrás
oh, Gato Caza-Palomas
nunca
con nuestro hijo-paloma
lo domesticaremos para la batalla con tu raza soberbia
como el maestro de Karate-Kid
como Panglos con Cándido
como Panurgo seremos
y no podrás
a pesar de tu burla
tu exhibición enfrente de nuestras narices
no
ganar esta guerra
él será su victoria
y a pesar de que hasta tal vez un día
-el riesgo de la paternidad es inevitable
-como hoy mismo
mientras desafió volando fuera de la caja-nido
trepando por mi brazo asustado-
termine con sus maestros devorándonos a picotazos
como en el sueño en el que se agigantaba
y trepaba a la cama
y de golpe se tiraba sobre todos y se tragaba con su insaciabilidad
el mundo.
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