martes, 13 de diciembre de 2011

La Tía

A Alejandrina Cirila Filomena Martinez
nuestra má

Le pusieron el vestidito con flores negras sobre un fondo blanco
ella parece no estar
dicen que se fue se cortó desconectó profundo
¿pero la gente se va
¿desaparece
¿o qué
¿qué mierda es la muerte
¿una cruz iluminada
¿el cajón con un perfume berreta
¿el salario del cura que dice trabajar sin trabajar
¿el rosario de los feligreses
¿o los llantos de la má de la nona de la chuchi de todos
¿qué
por ahora no lo sabremos
pero sí que la Tía se murió
de hambre y de sed
porque hace veinte días que no
solo suero
y ni nos reconocía
con los ojos vidriosos perdidos
a pesar

del nuestro
y de las mamaderas que nos dio a todos
la Tía Chichina Chichinola
suspiró mientras intentaban darle el yogurt que no podía ni tragar

Tal vez la muerte sea
eso
la interrupción mecánica de la posibilidad
o la cara hinchada con unos puntos toscos en la comisura de los labios

Y ahora
si ella no está
y se fue -como aseguran-
será a lo mejor nuestra Santa Gilda de los cielos
y su voz irreproducible se quedará
cantándonos en los oídos canciones de cuna
y el escenario será gigante
y todos aplaudiremos el espectáculo
de coreografías y escenografías impactantes
mientras las luces caerán en rayos de colores sobre nuestro dolor
para alegrarnos
-como siempre-
la poca vida que nos dieron

y si no
si ella no está y no se fue
apenas cierren la tapa y la dejen en el fondo
su imagen se borrará
como su cuerpo en el tiempo

y a lo mejor ni eso
porque puede ser que como quisiéramos
se haya encontrado con él
y después de diecisiete años
le toque el pelo sobre la mesa de la cocina a través de la ventana con olor a tuco
y el reencuentro entre nubecitas de cotillón
nucleará a conocidos y desconocidos en la gran comilona de la Tía madre
que estará de fiesta

pero esto es pura imaginación
porque ella -o lo que quedó
está ahí
tiesa con su vestidito de flores negras
y nosotros a su alrededor
como los acordes que acompañan una canción triste
mientras se termina la pista y se apaga la voz.

viernes, 2 de diciembre de 2011

El colibrí - avance de la novelita

El paisaje parecía un elástico tornasolado. Apenas convulsionado por un oleaje leve que se sometía a un ritmo de flujos y reflujos que sin embargo avanzaba siempre. Por eso, toda vez y ninguna nos mojamos en el mismo río. Todo era plenitud de vacío. Porque el silencio llegaba a través de las luces de las cavernas que se derramaban sobre las barrancas. Las ciudades estaban ahí inmóviles para la visión, pero tan móviles en las respiraciones sincrónicas de sus habitantes que lo único que podía sentir era una contradicción profunda que devino angustia. Como un túnel en la soledad de la noche flúor. El camión tenía leves descensos para mantener las coordenadas del vuelo. A veces, nos cruzábamos con algún que otro viajero nocturno y eso era como un alivio que duraba segundos. Un chisporroteo. Digamos, unos breves instantes desde que el puntito de luz se tornaba colectivo, camión o auto y pasaba por el costado, allá lejos, flotando sobre el río. Después nada. Y entonces el tablero se encendió de golpe y la voz de Maldoror comenzó a cantarnos la justa:

-No hay nada mejor que el sexo para la depresión en el viaje. Los Señores recomiendan que baje en el próximo colibrí. Allí hay mujeres majestuosas y pendejas calentonas. Usted quedará aliviado y evitará un suicidio inconsciente por la sensación melancólica de una pérdida que no existe. Después de todo, su infancia, buena o mala, siempre viaja con usted.

jueves, 1 de diciembre de 2011

El miedo

A Irina y Mariana

Siempre estuvo en los patios
porque de noche sus presencias andaban lo oscuro
un hombre de fuego abanicando sus brazos mutantes
así
cuando despertaste aquella mañana a los cuatro años
y nunca miraste ni mirás las ventanas
a pesar de las lunas
todos los vidrios pueden dar cuenta de que eso está esperándote
y no tiene nombre
y no se muestra
pero ahora está acá
quiero cegarme
y no puedo
a pesar de hincarme los ojos como Edipo
eso se pliega alrededor como una sombra envolvente.