En el siglo XVII Francés, se llamó poetas bizarros a un conjunto de nobles que hacían culto de las buenas maneras. Hoy, el adjetivo ha pasado a significar lo contrario. Bizarro es este sábado de mal gusto, plagado de lugares comunes y sobrecargado de enredos. Un sábado en el que me entero de por qué me gustan tanto los realities, mientras miro cómo la madre de Fabián se recupera en el sanatorio a través de la camarita web de la notebook. Primero, mientras Fabián le pone la chata, entablo diálogo con Philipp y llegamos a la conclusión de que si yo soy la Natalia Oreiro del grupo (por lo básica), él es Karina Olga Jelinek (ahí entra Gasparri y asiente; pero con él confirmo que el señor de los chocolates es a full una Chocoloca). Ahora, a María, del otro lado, le miden la presión y Fabián le toma la fiebre. Sí, tiene fiebre, me confirma. Entonces, tiene que haber infección. Los nervios de punta. Por un lado, la fiebre hace que los glóbulos blancos ataquen la prótesis recién trasplantada y hay que bajarla sí o sí. Por el otro, esperamos que la infección sea una simple infección urinaria y no una de la aorta (porque si no, hay que abrir otra vez y empezar de cero). Entonces, abajo, en la pantallita, Rubén me pregunta si Sabina ya tocó en Rosario. Le digo que no. Pero en ese momento veo por la ventana unos chispazos que derrapan sobre el alero del patio y un ruido aturdidor y después el humo y llego a la conclusión de que cayó un rayo. Salgo ( Philipp me recuerda que así empieza Frankestein, en versión cinematográfica, obvio). Toco la chapa y está caliente. Sin embargo, no quedan marcas aparentes. Habrá que ver mañana con la luz del sol. Vuelvo. En la pantallita, María me saluda. Y Fabián me dice que recién ahora volvió en sí y que tiene calor. Entonces, entra Osvaldo. Y le pregunto: "¿Qué hacés gato a esta hora? ¡No te hagás el vivo que sos casado!". Y me responde: "No soy Osvaldo, soy la mujer. Él está durmiendo." Entonces creo que la infección, la fiebre, el rayo, todo se me viene a los cachetes, colorados de vergüenza. Mutis por el foro.-Hola, acá estaba chateando un poco. Le respondo. Y Fabián que me dice que va a apagar la máquina porque la madre quiere comer asado o tiene ganas de comer asado y atribuye ese pequeño deseo delirante a que no se puede dormir por la compu encendida. Entonces, apenas se corta el diálogo comprendo. Por eso amo los realities, porque mi realidad es tan bizarra como ellos, recargada y atravesada de intrigas de mal gusto, además de expuesta y pública en cada pedazo de escritura.
1 comentario:
Che, esta afirmación categórica, también me recuerda que todo puede resultar lo contrario: ¿No será que cada pedazo de escritura se vuelve exposición por mi gusto a los realities? Es posible, también. A lo mejor, uno nunca sabe qué es causa y qué efecto. O, en todo caso, cualquier causa o efecto es construida por la escritura.
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