V. La Víctima construye su Victimario hasta volverlo real; pero a esa realidad que configura la proyecta en un espejo invertido donde el reflejo del Victimario es el propio.
La Víctima-Oposición postula un Gobierno-Victimario plagado de irregularidades y que busca, por todos los medios, detentar y contener el poder hasta su exceso, hasta la desproporción, en una suerte de malicia que abre reminiscencias del trauma de los '70.
La Víctima-Gobierno sostiene una Oposición-Victimaria que se planta en frente como obstáculo insoslayable al cual no se puede sortear por fuerza de número, como si ahí, en ese número, se ocultara una verdad política que puja por sobre-imponer en el plano de la acción una oikonomía paralizante que regula cualquier fuerza por fuera de la mathesis, de la forma pura, que no es otra que la del trauma de los '90.
La Víctima-Medios postula un Gobierno-Victimario que sumerge en el caos al país, al borde del colapso, y que, en esa manía, se lleva por delante cualquier intento de frenarlo. Pero también, últimamente, La Víctima-Medios muestra una Oposición-Victimaria que detenta mentirosamente una unidad como trinchera sin quiebres, la cual llega hasta el fracaso y hasta la actitud destituyente en las puertas del oficialismo, reproduciendo o produciendo las mismas tácticas.
Y el Gobierno-Víctima describe a los Medios-Victimarios como manipuladores de la mentalidad social, como súper-poder que instala en lo real la imaginería de la catástrofe, llevándola al límite, a su propia desestabilización demónica.
La Gente-Víctima opina y esgrime como episteme la inseguridad y el caos del territorio, la inestabilidad creciente a la que es sometida por un Gobierno-Victimario-Mujer al que no soporta y al/la que le teme en la inminencia del trauma. Pero también se cree subyugada por un juego de poder donde los Héroes-Victimarios de la oposición y de las pantallas no pueden redimirlos por inoperancia y por apelación a los mismos recursos que le recriminan al demonio del oficialismo.
La Víctima-Gobierno plantea un Victimario-pueblo de cuatros por cuatros y de medio pelo que se queja en pleno crecimiento por mero contagio mediático, como idiota sin capacidad de percepción. Y la Víctima-Medios y la Víctima-Oposición apelan al idiota que no se da cuenta para que se dé cuenta, construyéndolo en vidente de una verdad que parece absoluta y unívoca, real.
Y las Víctimas, de uno y de otro lado, devienen reversibles Victimarios que avanzan sobre la realidad, configurándola en una nueva guerra de lenguajes, ahora en el imperio de la información, que somete el resto a la duda incesante, sin resolución; aunque plagada de simpatías irracionales que despliegan autoritarismos múltiples.
VI. Los lenguajes de las Víctimas, partidos entre la palabra-acción y el número-acción, entre el Estado y el Mercado, otra vez, imparten modelos:
-Chile y Brasil, en los que no importa la pobreza que supera, con creces, la mathesis argentina, no. Importa el bienestar que atribuyen a las clases acomodadas beneficiadas por políticas que eluden el carácter social o lo mixturan con la hegemonía del mercado y de su apertura comercial.
-Del otro lado, también, Argentina es su propio modelo por mantener las tasas de crecimiento en plena crisis con una política social y de obra pública, de acuerdo a los números desprestigiados del oficialismo.
Algo debe haber cambiado para que sea evidente la preeminencia de Latinoamérica como modelo (algo que no ocurre en la discusión parlamentarismo-presidencialismo, por supuesto). Algo inusitado en la cultura Argentina de corte europeísta .
La Víctima-Oposición postula un Gobierno-Victimario plagado de irregularidades y que busca, por todos los medios, detentar y contener el poder hasta su exceso, hasta la desproporción, en una suerte de malicia que abre reminiscencias del trauma de los '70.
La Víctima-Gobierno sostiene una Oposición-Victimaria que se planta en frente como obstáculo insoslayable al cual no se puede sortear por fuerza de número, como si ahí, en ese número, se ocultara una verdad política que puja por sobre-imponer en el plano de la acción una oikonomía paralizante que regula cualquier fuerza por fuera de la mathesis, de la forma pura, que no es otra que la del trauma de los '90.
La Víctima-Medios postula un Gobierno-Victimario que sumerge en el caos al país, al borde del colapso, y que, en esa manía, se lleva por delante cualquier intento de frenarlo. Pero también, últimamente, La Víctima-Medios muestra una Oposición-Victimaria que detenta mentirosamente una unidad como trinchera sin quiebres, la cual llega hasta el fracaso y hasta la actitud destituyente en las puertas del oficialismo, reproduciendo o produciendo las mismas tácticas.
Y el Gobierno-Víctima describe a los Medios-Victimarios como manipuladores de la mentalidad social, como súper-poder que instala en lo real la imaginería de la catástrofe, llevándola al límite, a su propia desestabilización demónica.
La Gente-Víctima opina y esgrime como episteme la inseguridad y el caos del territorio, la inestabilidad creciente a la que es sometida por un Gobierno-Victimario-Mujer al que no soporta y al/la que le teme en la inminencia del trauma. Pero también se cree subyugada por un juego de poder donde los Héroes-Victimarios de la oposición y de las pantallas no pueden redimirlos por inoperancia y por apelación a los mismos recursos que le recriminan al demonio del oficialismo.
La Víctima-Gobierno plantea un Victimario-pueblo de cuatros por cuatros y de medio pelo que se queja en pleno crecimiento por mero contagio mediático, como idiota sin capacidad de percepción. Y la Víctima-Medios y la Víctima-Oposición apelan al idiota que no se da cuenta para que se dé cuenta, construyéndolo en vidente de una verdad que parece absoluta y unívoca, real.
Y las Víctimas, de uno y de otro lado, devienen reversibles Victimarios que avanzan sobre la realidad, configurándola en una nueva guerra de lenguajes, ahora en el imperio de la información, que somete el resto a la duda incesante, sin resolución; aunque plagada de simpatías irracionales que despliegan autoritarismos múltiples.
VI. Los lenguajes de las Víctimas, partidos entre la palabra-acción y el número-acción, entre el Estado y el Mercado, otra vez, imparten modelos:
-Chile y Brasil, en los que no importa la pobreza que supera, con creces, la mathesis argentina, no. Importa el bienestar que atribuyen a las clases acomodadas beneficiadas por políticas que eluden el carácter social o lo mixturan con la hegemonía del mercado y de su apertura comercial.
-Del otro lado, también, Argentina es su propio modelo por mantener las tasas de crecimiento en plena crisis con una política social y de obra pública, de acuerdo a los números desprestigiados del oficialismo.
Algo debe haber cambiado para que sea evidente la preeminencia de Latinoamérica como modelo (algo que no ocurre en la discusión parlamentarismo-presidencialismo, por supuesto). Algo inusitado en la cultura Argentina de corte europeísta .
Pero esos modelos latinoamericanos están ahí como significantes que devienen islas paradisíacas o realizaciones utópicas del mundo perfecto. Algo tiene que haber pasado, una especie de decepción histórica en relación a Europa para que ello ocurra. Pero, al mismo tiempo, es postura es constitutiva-constuida en el presente, donde un optimismo en lo local no escapa de las fragmentaciones que la homogeneidad de lo global genera, acortando la perspectiva, a medida que desarrolla su nueva expansión civilizatoria de otro ciclo del capital.
VII. Y, sin embargo, no podemos dejar de descreer de la mathesis-número-acción por sobre la palabra-acción, por simple experiencia histórica. Y la Víctima Oposición-Medios se cuida de emitir su obviedad en acuerdo con la práctica oikonomica (escondida en la pluralidad y en la independencia como táctica de maquillaje de Víctima. Igual que el Gobierno maquila sus injustificables y sucios gastos electorales, así como sus pagos de deuda a Instituciones neoliberales (aunque, y en el primer caso, habría que analizar la necesidad de Norteamérica de desprestigiar aún más a Chávez –vía el cuerpo perdonado y funcional de Antonini Wilson– para asustar con su avance posible en los liderazgos latinoamericanos a los que les teme como al hombre de la bolsa)).
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