sábado, 6 de marzo de 2010

INSOMNIO

Es la segunda noche. El insomnio se vuelve, así, parte de un cotidiano para el Niño C. Se despierta sudado y con un agujero en el estómago, digamos, después de cuatro o cuatro horas y media de haberse dormido y, por más que quiera seguir descansando, no puede.
Una multiplicidad de acontecimientos banales se acumulan adentro en pequeñas miríadas de historias. La tesis que debe comenzar a escribir y la imposibilidad humana de sostener las hipótesis en menos de dos años. Los raros y Machos de campo, que acaban de ser escritos y que no encuentran canales ni modos de circular, porque daba su escasez material y mi insociabilidad básica -o vergüenza o paranoia latente-, no puedo hablar con un editor-mucho menos, convencerlo.
Entonces, pienso en el concurso. Tal vez tenga oportunidades. Pero sabe que no. Los raros no son nada digeribles ni para ese jurado ni para la literatura. Aunque,quizá, si se lo diera a leer a... No, no, demasiado ya con el trabajo que le da.
Y esta nueva casa, a la que falta de todo, desde lo más básico, como un sillón o una hamaca paraguaya, hasta lo más complejo, como arreglar los problemas de humedad de las paredes.
Mañana, además, van con Fabián a comprar los arbustos a Pérez y, también, tienen que hacer las compras del mes y pasar por el Easy a conseguir algo para pintar la reja del patio de luz, la escalera y un par de ladrillos con bambú.
Hace, hago cuentas abstractas que me dan más pérdidas que ganancias. Si compro algunas de esas cosas, no como. Porque ¡qué modo exponencial de aumentar las cosas este mes! No llego ni ahí a nada. Salvo que nos aumenten a nosotros como producto científico devaluado a inflacionado.
Una inflación que minimiza el gobierno y que exagera hasta el oportunismo la oposición. Y la pobre Cristina a punto de ser encarcelada. Por la Bullrich que declara como si nada que "estamos en estado de excepción" en TN. Pobre Cristina. Ya se van a dar cuenta esta manga de orangutanes, con el tiempo, la van a querer como a Alfonsín tras la muerte, con la culpa de haber perdido una oportunidad histórica por hacerle caso al cacareo mediático o a un sector que se cerró en delirios de grandeza. Es que es inevitable, los argentinos se jaquean a sí mismos ante las oportunidades verdaderas. Y nos pierde la inflación. Hasta el insomnio.
Y ojalá que en Conicet le acepten los papeles, porque si no, no sabe cómo va a hacer hasta junio o julio sin percibir moneda. Un desastre. Aunque duda que le acepten todo sin objeciones. Nunca fue bueno para los trámites. Menos para ganar un Concurso literario. La frustración que sobreviene tras la pérdida es directamente proporcional a la necesidad y el deseo de ganarlo. Y no por egocentrismo o por ansias de protagonismo, sino porque es la única manera que tiene para publicar, para conseguir fondos para publicar.
Pero ni Pauls, ni Cozarinski, ni Drucaroff aceptarían una novelita tan rara como primer premio. Salvo que todo haya llegado al delirio, que la literatura esté a punto de sucumbir tal y como la conocemos.
Y se sienta en la cama. Lo miro a Fabián que duerme, tranquilo, en la oscuridad atravesada por la claridad de una ventana y por el ruido de un ventilador. Y no puedo parar. Me levanto. Tomo un vaso de agua y me voy al escritorio. Enciendo la computadora y empiezo a tirar todos los pensamientos en la pantalla. Tal vez, allí, terminen vaciando la cabeza para que el sueño pueda volver a llenarla. Pero no lo cree. Y el Niño C se contenta con ver cómo el sol empieza a alumbrar la noche de la ventana.

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