miércoles, 19 de junio de 2013

Solo hay un ganador

     No sé si son hormonas o qué. Lo cierto es que siempre me pareció de sexta el programa de Oscar, con su melena leonada y en pose permanente de sex symbol excitado. Una vez, por una publicidad del programa, con Fabián nos reímos tres o cuatro meses seguidos. Aparecía en primer plano en la tele, arrastrándose contra una pared, con unos velos tipo alitas de alguacil y, después de que una voz en off daba cuenta de una micro historia de los cuatro elementos (sí, esto en la tele), él aparecía y decía -su pelo al viento, su cara brillosa hasta la desfiguración por el maquillaje-: -Y yo, el viento, para hacerte volar.
     Solo esa frase nos bastaba para imitarlo y arrastrarnos por las paredes, tratando de  llevar al extremo la propuesta de Oscarcito. Todas las veces que aparecía, nosotros hacíamos el acting, superando cada vez con la mayor precisión los estilos y deformaciones caricaturescas que le habíamos puesto a la escena. De esto hará unos cinco años, hasta que el programa salió del aire y ya no tuvimos una diversión tan gratuita ni tan fácil. Anoche me di cuenta de que el programa volvió. Pero esta vez, mucho más dosificado de esos excesos preciosistas del pasado, aunque sin descuidar la centralidad de la melena leonada que esplende sobre un maquillaje grasoso notable. 
         De todos modos, lejos de llevarme a un ataque de risa -esta vez estaba solo con Wachiturra, preparando una clase-, apareció de golpe un video clip de moda con la música de Vicentico. El exceso de melodrama de esa música, su profundo clisé que anestecia las posibilidades de desenfocar la atención de él, de alguna manera impactaron de una forma tremenda en esta subjetividad cursi que me coopta -no pongo resistencias tampoco. "Solo hay un ganador", dice la letra. Y me acuerdo de los poemas de Petrarca y de Ronsard que acabo de leer, los de Labbé, allá en el Silgo XVI, con esa misma consigna, como insistiendo en algo, en algo que aparece para desubicarme del mundo. 
       Hace minutos, nomás, un ex le dio un me gusta a una foto. Me quedé paralizado. ¿Qué significa un me gusta suyo en esa foto? Me preguntaba y ahí me acordé de las vueltas en motos, durante las cuales él se masturbaba, tirando su cuerpo sobre el mío,después de emborracharnos, de esa vez en que me invitó a dormir a través de otros, a su casa, de cuando me ponía en pedo y se hacía el boludo para tocarme. Todo eso. Y al otro día, iba a la Iglesia, rezaba padres nuestros y aves marías que le permitían creer que había vuelto a la normalidad del pueblo. En fin, ¿por qué carajo me puso que le gustaba a esa foto y después, cuando le envié la solicitud de amistad, no me la aceptó? La misma histe(o)ria de siempre. Nada más. Volvió a ganar, a hacer la suya, otra vez. 
          Como el otro, ese otro, que hace unos días me escribió un mensaje en privado, pidiéndome que le diga dónde nos podíamos encontrar. ¿Para qué? ¿Qué pretenden todos ustedes de mí, así, juntos, todos juntos, queriendo regresar a mi vida para hacerme, como siempre, comprender, como en los poemas o en los temas de Vicentico, que "ya no quiero hablar de lo que vivimos, aunque duela hoy, esto ya pasó... Todo lo aposté, vos hiciste lo mismo, no hay más que decir, este ya es el fin. Solo hay un ganador y al lado un perdedor, la historia es siempre así, que me ha tocado a mí, solo hay un ganador y al lado un perdedor, la historia siempre es así, que me ha tocado a mí... Aunque la verdad solo nos lastime, no puedo cambiar lo que ya es así, siempre me sentí fuerte entre tus brazos, tonto fui al pensar que era mi lugar... Solo hay un ganador y al lado un perdedor, la historia es siempre así, que me ha tocado a mí... Es que está jugando dios con nuestro corazón"?
    Eso. Aunque no sé, nunca, en estos melodramas sentimentales que se viven al mismo tiempo, todos juntos, con tanto tanto amor, que te hacen desear  a cien, mil, un millón -yo soy legión dirán los puritanos idealistas-, no sabré, no sabremos, nunca, ni vos, ni yo, ni ustedes, quién es el ganador y el perdedor que repite la historia. Y me dejo escuchar por la música, hasta la melancolía extrema de algo que siempre estuvo perdido. El amor pasión -lo plantean todos los estudios- a fin de cuentas es eso que no es. 



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