Mansilla soñaba despierto en la Pampa. Nosotros despertamos en un sueño de la Patagonia. Y antes de que amanezca, ya estás con los ojos abiertos. El sol comienza a ascender apenas como un corpúsculo de luz en la línea lejana de la estepa. Los ojos ven lo inmenso y lo procesan. Es cierto. No hay verde o hay demasiado poco. Cúmulos de ripio, arena y espinillos y arbustos grises, marrones, naranjas. Y nada más. Nada. La nada, en realidad. Es otro tiempo que fluye fuera del colectivo: molinos secos, alambrados, postes de luz. Pura soledad que te despierta de la llanura que sueña con la civilización. ¿Esto es el Sur? Los panoramas gravitan vacíos sobre el infinito y en ellos, descubrimos, despertamos todos juntos tan desconocidos como eso que llega del otro lado de la ruta.
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