Abajo la Cordillera de los Andes. Como surcos profundos que salen hacia acá y el avión cada tanto entra en parches de vacío que lo chupan. Las alas oblícuas al costado, para que veamos el Aconcagua y apenas terminamos de pasar, allí enfrente, el aeropuerto. No se termina de cruzar los derrames de lava, tierra, verde y nieve, que ya estamos descendiendo sobre las pistas de Santiago. Los oídos, como siempre, hacen un ruido apretado y comprimido mientras la cabeza parece soportar, al límite, una presión a punto de explotarla. F habla con un chileno que le dibuja el primer mapa y le puntualiza el omnibus que tenemos que tomar. Centro Puerto. Transporte acorde a nuestros bolsillos devaluados, por menos de cuatro dólares. Hace calor. Mucho. Y vamos con todo por una autopista que nos mete, de a poco, en la ciudad.
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