Estoy cansado de Nerudas. Resulta que no sólo su cara y su nombre aparece , espectral, en cada recoveco de Valpo, sino que hoy, además, después de mearle la playa de la casa en Isla Negra y después de haber luchado con los lancheros porque nos vieron las caras de boludos y nos querían cobrar diez veces más por una vuelta en barco por la bahía. Sí, luego de pelear hasta el hartazgo, F con ellos, el Niño C huyendo de la violencia real, ahí, al costado del agua turbulenta que golpea el muelle. Cuando una Lola gritaba que los denunciaría por aprovecharse de sus bolsillos, por no dejar salir a la lancha colectiva barata. Posterior a todas esas circunstancias, terminamos en la otra casa de Pablito en La Sebastiana. Dicen que tiene como veinticinco casas por Chile. Para mí es una exageración. Pero me callo la boca. Esto de ganar nóbeles rinde, che, no hay caso. Por suerte, ¡oh, coincidencia con gloria morir!, y a pesar de las vueltas bruscas por los cerros, entre las cabezas cariadas que asomaban sus encías, por suerte, sí, terminamos en el lugar en que teníamos que encontrarnos con Nadia y que ya, de tanto mareo y de ir de un lado al otro, no recordaba dónde era. El Niño C dice que, al menos, no fue en vano, mientras le mea el patio a la Fundación Pablito como a la tarde la playa en Isla Negra, construida y ampliada turísticamente al costado, arriba y debajo de su casa original casi desaparecida. No vino al pedo. No. Y sobre todo, porque Nadia no es Neruda y gracias a Chile.lé.lé.lé.
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